Nuestro ultimo trabajo del curso:Hemos elaborado en grupo una carta del protagonista de la paelicula vista en clase . Alex, el protagonista de la película Good bye, Lenin,le ralata a su madre, que ha perdido la memoria al despertarse del coma , todo lo que ha olvidado y lo que ha sucedido en los ultimos meses .El video lo utilizara el hijo para explicarle qué era la Stasi, la policía secreta de la Alemania del Este.
Querida
mamá,
Nos gustaría decirte lo contentos que estamos de que hayas despertado. Has demostrado una gran fortaleza y espíritu de lucha, y estamos muy orgullosos de ti por eso. Por ello, estamos convencidos de que aunque ahora no puedas recordar todo lo que ocurrió antes de que estuvieras en coma, pronto lo conseguirás, nosotros haremos todo lo que esté en nuestras manos para ayudarte a hacerlo, por eso te escribimos esta carta. Lo mejor será que leas despacito, con una bebida al lado para ayudarte a refrescar las ideas. Te hemos dejado una cocacola en la mesilla de noche, pero si, hubieras despertado tan solo unos meses antes, te hubieras encontrado una Vita Cola.
Lo que has olvidado ha sido una
guerra, mamá, una guerra que nunca llegó a desencadenarse pero que siempre
amenazaba con hacerlo. Una guerra que dividió al mundo tal y como dividió Berlín
y lo mantuvo en vilo, a la espera, siempre a la espera. Los Estados Unidos y la
Unión Soviética llevan años rivalizando por el control del mundo, y por eso han
intervenido en las guerras civiles de muchos países, intentando imponer su
ideología. Primero fue en Corea, cuando Corea del Norte, presidida por
Kim II Sung, intentó anexionarse Corea del Sur y fracasó, luego, con la
invasión soviética a Hungría y, más tarde, con la revolución
cubana, liderada por Fidel Castro y el Che Guevara, que acabó con la gran
influencia de Estados Unidos en Cuba e inició la de la URSS. Las tensiones no
hicieron sino aumentar con la visita de J. F. Kennedy, presidente de los
Estados Unidos, a Berlín, en respuesta a la construcción del muro del Berlín
por parte de la URSS para evitar que nosotros pudiéramos escapar a Berlín
occidental en busca de una vida mejor. Puede que no fuéramos superiores en todo,
pero también tuvimos nuestros triunfos, como la guerra de Vietnam, en la
que superamos a Estados Unidos aun con toda su supuesta superioridad
armamentística. Por esa época Breznev era el máximo dirigente de la Unión
Soviética, y fue el momento de mayor expansión del bloque comunista. Al
conflicto de Vietnam le sucedió la invasión de Checoeslovaquia, y, más
tarde, la invasión de Afganistán, cuyas consecuencias trascenderían el
ámbito militar y provocarían que la Unión Soviética y Estados Unidos se
boicotearan mutuamente en las Olimpiadas de 1980 y 1984, negándose a
participar en las que se celebraban en el país rival. Fueron las Olimpiadas más
aburridas de la historia. Con todo, los últimos años de la guerra fría fueron
los más distendidos. Gorbachov, el presidente de entonces, no pudo poner
freno a la desintegración del bloque soviético y Reagan, el presidente de
Estados Unidos, mantuvo el tipo. La Guerra Fría acabó con la caída del muro de
Berlín.
Los dos bloques no nos
enfrentamos únicamente militarme, también hubo una gran carrera armamentísticas
(todos hemos tenido alguna vez pesadillas en las que se desencadena la Tercera
Guerra Mundial y nos cae un misil balístico intercontinental o un
euromisil a la cabeza) y una carrera armamentística, en la que nos
enfrentamos a la NASA. Nosotros fuimos los primeros en mandar un hombre
al espacio, Yuri Gagarin, gracias al programa Soyuz, pero al final
ellos consiguieron enviar un hombre a la luna antes que nosotros y fuimos
derrotados.
Durante esos años fuimos, en
cierta forma, el centro del mundo. Después de la Segunda Guerra Mundial, Berlín
quedó divida en dos: Berlín occidental y nosotros, Berlín Oriental. Se crearon
dos estados diferentes con cancilleres diferentes: Walter Ulbricht, líder
del Partido Socielista Unificado y presidente de nuestra nación, la DDR,
y Konrad Adenauer, presidente de la República Federal Alemana. Hubo
incluso un canciller socialista en la RFA, Willy Brandt. Cada Alemania
tenía incluso su propio equipo de fútbol, y competían los unos contra los otros
en las competiciones internacionales. En un Mundial nuestra selección llegó
incluso a ganarle a la de la República Federal Alemana, y aunque al final fueron
ellos los que ganaron el Mundial, el futbolista que marcó uno de los otros,
Sparwasser, se convirtió en un héroe nacional. Luego huyó a la RFA, pero
bueno, mamá, esa es otra historia. Cuando el muro cayó, apenas un mes después
del 40 aniversario de la fundación de la DDR, Erich Honecker era
el presidente de la República Demócrativa Alemana.
Hasta entonces, en Berlín, como
en el resto de la Unión Soviética, estábamos viviendo con una economía
controlada por el Estado. Las casas nos las daba el Estado, la ropa la fabricaba
el Estado, la comida la producía el Estado, y tú, mamá, te dedicabas a enviar
cartas para que los productos se ajustaran más a nuestros gustos y necesidades.
Había una única marca de cada cosa. En Rusia había un modelo de coche, el
Lada, y aquí otro, el Trabant. Había que pedirlo, y te lo daban
seis años después. A nosotros solo nos faltaba tres años para que nos dieran el
nuestro cuando cayó el muro y pudimos ir a comprarlo a un concesionario donde te
lo daban inmediatamente. Tomamos partido en la carrera espacial: Sigmun
Jamh, el primer alemán en ir al espacio, fue mi ídolo cuando era un niño.
Había asociaciones juveniles, los pioneros, con las que tú colaborabas
como voluntaria dirigiendo grupos de canto y participando en campamentos y
actividades extraescolares con los niños. Mi hermana y yo fuimos pioneros cuando
éramos pequeños. Tu entrega y tu lealtad al partido hicieron que te concedieran
un premio a ciudada ejemplar, mamá.
No era perfecto. No podíamos
tener todas las cosas que nos hubieran gustado de la manera que nos hubiera
gustado. No podíamos elegir a nuestros representantes y podíamos ir a la cárcel
por criticar al partido. No era el país ideal en el que vivir, pero, ¿cuál lo
es? Ahora tenemos todas esas cosas y mucha gente se está muriendo de hambre por
no poder encontrar trabajo. Puede que mi hermana y yo no tuviéramos la mejor de
las infancias en la República Democrática Alemana, pero fuimos muy felices, y
todo gracias a ti, que siempre estuviste ahí para cuidarnos, enseñarnos y
ayudarnos en lo que necesitábamos. Eres la mejor, mamá, y la persona más fuerte
que he conocido en toda mi vida. Sigmun Jamh ni siquiera te llega a la suela de
los zapatos. Por eso estamos convencidos de que te recuperarás y recuperarás la
memoria. Y si no lo haces, no importa, nosotros lo recordaremos por ti y
estaremos a tu lado pase lo que pase, tal y como tú has estado al
nuestro.
Te quiero
muchísimo,
Alex.
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